Pueblos indígenas: entre la guerra y la política

30 de enero 2018
La Jornada

El general prusiano Karl von Clausewitz, analizando las acciones bélicas entre estados, hizo famoso el aforismo de que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Por su lado Michel Foucault, analizando la hegemonía y el poder, invirtió la idea y aseveró que la política es la continuación de la guerra por otros medios. A su modo cada uno tenía razones en sus posturas; al final los dos trataban de explicar las maneras en que unos grupos buscan imponerse a otros. El gobierno mexicano usa ambas formas de dominación cuando de someter a los pueblos indígenas se trata. Si éstos van por los cauces institucionales para reclamar sus derechos, quien los enfrenta es una burocracia que hace como si buscara ofrecer soluciones, pero si los reclamantes, cansados de no encontrar solución a sus demandas, buscan hacerlo por otros medios, es la policía y el Ejército quienes buscan volverlos al lugar que se les ha asignado, o, cuando no se quiere involucrarlos, se usan pistoleros o guardias blancas que lo hagan.

Pongo dos ejemplos recientes para ilustrar esta aseveración. En días pasados la policía de Ciudad de México echó a la señora Magdalena García Durán –in­dígena mazahua– de donde vendía artesanías, con el argumento de que el comercio no está permitido en lugares públicos; en este mismo mes la Comisión Interamericana de Derechos Humanos solicitó al gobierno mexicano garantizar la vida y libertad de Bettina Cruz Velásquez –indígena zapoteca–, integrante de la Asamblea de los Pueblos Indígenas del Istmo de Tehuantepec en Defensa de la Tierra y el Territorio, sobre quien pesan amenazas por oponerse a la invasión del territorio zapoteco por los parques eólicos; y la semana pasada se encontró sin vida a Guadalupe Campanur Tapia, indígena purépecha del municipio de Cherán, defensora de los bosques. Aparte de coincidir en que son mujeres, a las tres las unía su lucha en defensa de los derechos de sus pueblos y un ideal por vivir en un mundo mejor, sin contar que las dos primeras son integrantes del Concejo Indígena de Gobierno (CIG) del Congreso Nacional Indígena (CNI).

El otro caso, donde los reclamos indígenas se enfrentan con burocracia, es el del Consejo para la Protección y Preservación de la Ceremonia Ritual de Voladores AC, del municipio de Papantla, Veracruz, quienes desde hace año y medio andan buscando una autoridad que los atienda, porque consideran que la empresa cervecera Cuauhtémoc-Moctezuma-Heineken SA ha violado sus derechos al hacer uso de su imagen y distorsionarla, para promover la cerveza indio. En este tiempo han acudido a la Dirección de Turismo del municipio de Papantla, donde les dijeron que ahí no se había otorgado permiso alguno, como la empresa aseveraba; aun así el representante de la cervecera ofreció que si hacían una fiesta él les regalaba toda la cerveza que necesitaran para convivir y hasta para que se ganaran un dinero.

Inconformes con esa situación y dado que ellos están declarados por la Unesco como patrimonio inmaterial de la humanidad, acudieron a la Dirección de Patrimonio Mundial del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) con la pretensión de que hiciera algo para detener la campaña de la cervecera, pero ahí les recomendaron que se registraran en el Instituto Nacional de Derechos de Autor (Indiautor) para que pudieran protegerlos; como esa respuesta no les satisfacía acudieron al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), el cual se negó a intervenir porque, desde su punto de vista, la ley que lo regula no considera discriminatoria esa práctica. No se desanimaron y acudieron a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y a la Secretaría de Cultura; la primera ha requerido dos veces a la segunda para que atienda el caso y ésta ha fijado este 30 de enero para que, a través del Indiautor se realice una junta de avenencia entre la cervecera y los voladores. Un año y medio después de que vienen reclamando justicia.

Son tiempos turbulentos para los pueblos indígenas y no se avizora que cambien en el corto plazo. No porque para que cese la represión contra los que ya están cansados de recorrer todas las oficinas posibles sin encontrar solución a sus problemas, o para que las burocracias en verdad ofrezcan soluciones se requiere cambiar relaciones entre Estado y la sociedad y para eso es necesaria mucha voluntad política, que en estos tiempos es bastante escasa. Por eso, como dice Marichuy, la vocera del CIG del CNI, el único camino es la organización, pero no cualquier organización, sino una verdadera de los pueblos indígenas, que entienda su situación como es y no como muchos la imaginan, que sea capaz de articular sus demandas con sus particularidades, que les busque solución de acuerdo con sus modos y tiempos. Una organización que genere una fuerza capaz de enfrentar la guerra contra los pueblos indígenas.

http://www.jornada.unam.mx/2018/01/30/opinion/018a1pol