Guerrero, policías comunitarias y autodefensas

03 de septiembre 2019
La Jornada

El Monstruo fue descubierto en el municipio Heliodoro Castillo, en Guerrero. El camión de volteo reconvertido en blindado, está revestido con placas de acero que resisten disparos de armas calibre 50. Está dotado de troneras y una torreta para armamento pesado en el techo.

Fue encontrado por el grupo de autodefensa Frente Unido de Policías Comunitarias del Estado de Guerrero en una comunidad de la Sierra. Según las autoridades, perteneció a Santiago Mazari Hernández, El Carrete, líder del cártel de Los Rojos, detenido el pasado 1º de agosto, lejos de su territorio tradicional de operaciones. Dicen que el tanque estaba destinado a trasladarlo a través del corredor Filo de Caballos.

La fortaleza rodante hallada en el corredor de la muerte, adonde han sido desplazados más de mil 600 pobladores y se han librado fuertes enfrentamientos entre autodefensas y delincuentes, es emblema del nivel de confrontación en Guerrero entre bandas criminales y civiles armados.

Todo Guerrero está en manos del narcotráfico, dice el obispo Salvador Rangel de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa. Sus integrantes pelean, se dividen y pactan acuerdos de unidad. En los últimos años ha sido notable el crecimiento de Isaac Navarrete Celis, El Señor de la I, líder del Cártel de la Sierra Unido. Establecido en Chichihualco, población que vive de coser balones de futbol, aliado con Los Ardillos, disputa el control del corredor Chilapa-Tixtla-Chilpancingo-Leonardo Bravo-Iguala, para el trasiego de droga, puerta de entrada a la Sierra, santuario de la amapola.

De acuerdo con las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, Guerrero es el tercer estado con mayor índice de violencia en la República, superado sólo por Colima y Baja California. Quince de los municipios más violentos del país pertenecen a esta entidad.

Simultáneamente a la incontenible expansión de la industria criminal en el estado y de la ola de inseguridad asociada a ella, han proliferado las policías comunitarias y los grupos de autodefensa. Según la Secretaría de Seguridad Pública del Estado, entre 2012 y 2018 se formaron 23 grupos civiles armados. Están presentes en 64 por ciento de la entidad. Se nombran indistintamente policías comunitarias, policías ciudadanas, autodefensas, movimientos y guardias rurales.

La construcción de un sistema de protección y justicia comunitario basado en la autoorganización surgió en 1995 en los pueblos indígenas de la Montaña y la Costa Chica. La iniciativa fue legalizada en 2011 con la Ley 701 de Reconocimiento, Derechos y Cultura de los Pueblos y Comunidades Indígenas.

Este esfuerzo asociativo se materializó en un organismo ejemplar: la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria (CRAC-PC). Sus integrantes son electos en asamblea, llevan el rostro descubierto y no incursionan en localidades que no forman parte de su sistema de seguridad. Agrupa unas 250 comunidades de 15 municipios. Una y otra vez, el gobierno ha intentado cooptarla y/o dividirla, desde adentro y desde afuera de sus filas.

En diciembre de 2012, nació la Coordinadora Regional de Seguridad y Justicia-Policía Ciudadana y Popular (CRSJ-PCP) de Temalacatzingo y Cualác. En junio de 2013, se fundó la CRAC de los Pueblos Fundadores, implantada en comunidades de Chilapa, José Joaquín de Herrera y Malinaltepec.

El primer grupo de autodefensa en el estado surgió en enero de 2013 en Ayu­tla, para combatir el crimen organizado. Se bautizó a sí mismo como Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero. Casi sin influencia en comunidades indígenas, creció en cambio en poblados afrodescendientes y mestizos. Sus integrantes se incorporan individualmente a sus filas. Los comandantes son los responsables de dirigir las acciones y tomar las decisiones. En 2015, sufrió una sangrienta ruptura en Ocotito, que dio origen al Frente Unido para la Seguridad y Desarrollo del Estado de Guerrero, con presencia en Tierra Colorada.

A partir de entonces, de la mano de la crisis de la seguridad pública, comenzaron a surgir como hongos grupos de autodefensa en todo el estado. El boom no fue ajeno a la decisión del crimen organizado de disfrazar sus operaciones bajo el manto de movimientos de civiles armados. En lugares como Chilapa y Zi­tlala, grupos que se nombran Policías Comunitarios por la Paz y la Seguridad generaron desplazamientos, detenciones arbitrarias y desapariciones. Curiosamente, sus operativos tuvieron el apoyo del Ejército y policía local.

En Guerrero no todas las policías comunitarias ni las autodefensas son iguales. Ciertamente, el conjunto de ellas son reflejo de una entidad capturada por el narco. Aunque comparten el nombre, expresan realidades distintas. Unas son legítimas y otras espurias; algunas son obra de comunidades en resistencia y varias han sido penetradas por intereses delincuenciales. La problemática que expresan no será solucionada con la mera presencia de la Guardia Nacional. Para darle salida, se requiere mucho más que eso.

Twitter: @lhan55

https://www.jornada.com.mx/2019/09/03/opinion/016a1pol