Cuautepec

Acá vivió el señor del tiempo

Dicen que hace mucho tiempo llegó un hombre que venía de por aquí abajo y que se subió todo el río y se instaló donde está la cruz arriba y que, según en su idioma, tal vez totonaco o náhuatl, significaba “dios del tiempo” a como lo nombraban. Este señor llegó y le gustó, porque echó cuatro bolas y le gustó cómo retumbó el cerro. Echó para abajo, retumbó; echó para el norte y retumbó, y así… por eso es que allí se quedó.

Foto: Daniela Garrido

A él le tenían que sacrificar doce niños y doce niñas. Dicen que cada año los iban a traer; incluso allá hay paredón. No los he visto, pero dicen que sí están. Son parecidos a los de la iglesia. Esta persona no venía sola, sino con dos águilas. Cuautepec significa cerro del águila. Dicen que ahí estaba. Mientras le daban culto, sus águilas no hacían daño. Entonces cada año le iban a traer maíz, el que decían, y con la sangre de los niños rociaban toda la semilla, y la semilla blanca, como le tocaba la sangre, entonces se pintaba y luego salía de otro color.

En un tiempo, decidieron que mejor le iban a matar guajolotes: doce hembras y doce machos; pero él se enojó y ya no lo cargaron y se fue. Entonces, dicen que mandó una epidemia y a sus águilas las mandó a que se comieran la gente. Entonces la gente se empezó a enfermar y los que iban sobreviviendo, cuando pasaban para Tlacuilo, los agarraba el águila. Entonces, se mandaron hacer un como chiquihuite que se embonaba a la cabeza. Cuando venía el águila, se paraba y se llevaba el chiquihuite y no a la persona.

Pasó una vez que se llevó a un señor y no lo mató bien. Se lo llevó a sus polluelos, pero el señor llevaba su machete y los mató. Fue cuando se enojó el dios que estaba ahí, pero la gente se seguía enfermando. Decidieron irse al lugar donde estaba la cruz y allí hicieron el pueblo, y se quedó la costumbre que tenía el señor de la fiesta del maíz.

En la fiesta, a los animales que mataban les abrían el cerebro y empezaban a rociar el maicito, todas las semillas, la tierra también. Entonces en esa sangre se quedó escrito hasta la fecha por qué cultivamos y cuándo guardamos la mazorca y abrimos, la deshojamos para sembrar de nuevo, llegamos a encontrar las mazorcas pintadas con color de sangre. Es la sangre de aquella época. Porque sembramos semilla de puro maíz blanco, pero cuando vamos a cosechar, porque tenemos fe de lo que hacían antes, el costumbre, tenemos fe muy bonita, aunque siembre uno pura mazorca blanca, tiene que salir pintita de sangre, sale bonita.

Hoy tenemos la costumbre de que, cuando vamos a sembrar, se le mata un pollo al maíz, para que coman los que están sembrando. El maíz se pone a medio terreno, se le prende su veladora, se le pone su refino y se le pone la cabeza del pollo, gallo o gallina que mate uno para ofrecerle al maíz. Al maíz también se le pone la cabeza del animal. Come uno, como nosotros estamos acá, pero el maíz está con su refino, con su veladora. Uno se sienta alrededor, pero el maíz es el centro. Primero el maíz.

Cuando iban a hacer ese costumbre del maíz empezaba el 20 de noviembre. Ocho días andan los mayordomos preguntando: ¿nn qué nos vas a ayudar? Se necesitan los animales, el guajolote. Aunque no tenga yo, algunos dicen, yo te voy a llevar maíz, yo voy a llevar frijol, un kilo de chile ancho, algo. No, pues toda la semana estábamos de fiesta.

Todo esto me lo contó mi abuelito que se llamaba José Martín López. Él hablaba en náhuatl, pero podía contestarle a cualquier persona que le hablara en totonaco. Él entendía totonaco y contestaba en su lengua y otro en español. Hablaban bien bonito pero con respeto, nada de que se van a estar burlando. Así hablaban en aquel tiempo.

Ese señor duró más de cien años. Él no murió de enfermedad; tardó harto viviendo, trabajando. Iba con su bastoncito, por allá donde se encontró la virgen. Por allá me enseñó a trabajar. Él me enseñó y me dijo muchas cosas. Pero me está faltando que a él lo trajeron de arriba, de Atla, frente de Pahuatlán, lo trajo cargando su papá por allá en los tiempos de la Revolución. Aquí creció, se puso a trabajar y me contó historias muy bonitas. Que los cimientos de la iglesia ya existían: ahí se ve dónde le llegaron los primeros muros que enterraron, ya de por sí estaban. Cuautepec ya era un pueblo viejo, nada más que se vino a reconstruir después. Me contó que allá sucedió lo que aquí con la imagen de Catalina: también oían un ruido de campana. Pero no terminé de la imagen de Catalina. La campana existía aquí, pero lo que pasó: como Tlacuilo fue municipio, ellos lo solicitaban; pedían prestado para llevarlo allá. Las primeras veces lo llevaban y lo traían y así, cada fiesta que hacían allí; pero en una de tantas ya se lo quedaron allá. Allá está la campana y tenía su nombre con el nombre de la imagen de Catalina, pero lo que hicieron allá, son listos, fue que le borraron las letras. Para cualquier cosa: “ya no tiene las letras”; entonces, la campana ya no la tenemos. Mucha gente se acuerda y la quiere ir a recoger. Cuando estaba de presidente don Maximino, nos quisimos unir para ir a bajarla.

Antes no había otro tipo de comunicación. Si teníamos un enfermo, había que caminar cinco o seis horas de aquí a Villa Juárez o a Pahuatlán. No teníamos clínica, todos los enfermos se tenían que sacar para Villa Juárez en una silla, pero estaba duro porque le metía uno un mecate y a cargarlo solito —había personas que tenían harto peso. A mí me tocó cargar enfermos, pero así caminamos; un rato uno y luego otro. Así fue ese tiempo.

Cuautepec siempre ha trabajado para beneficio de su comunidad. Entonces, trataron los señores y se solicitó campo de aterrizaje para avioneta. Se logró. El aterrizaje quedó ahí abajo, cerca de la casa de don Lorenzo. Pero, sabiendo que era una comunicación, la quisieron utilizar para otra cosa que no era permitido. Lo evitó el gobierno y se suspendió. Después volvieron a hacer otra solicitud, para hacer otro campo de aterrizaje acá arriba y se logró. Mucha gente lo estuvo ocupando de aquí a La Ceiba. Porque en esos tiempos no había otro tipo de transporte. Si teníamos un enfermo, había que caminar 5 o 6 horas de aquí a Villa Juárez o a Pahuatlán cargando esas sillas —también era mucho tiempo. Eso era lo que tenía Cuautepec.

Hoy tenemos la costumbre de que, cuando vamos a sembrar, se le mata un pollo al maíz, para que coman los que están sembrando. El maíz se pone a medio terreno, se le prende su veladora, se le pone su refino y se le pone la cabeza del pollo, gallo o gallina que mate uno para ofrecerle al maíz. Come uno, como nosotros estamos acá, pero el maíz está con su refino, con su veladora. Uno se sienta alrededor, pero el maíz es el centro. Primero el maíz

El servicio se suspendió porque empezó a haber accidentes: se cayeron varias avionetas y el campo se lo apropiaron. Harto después, ha habido autoridades que se acuerden de hacer algo, se acordaron de abrir una brecha. Pero había peritos en el municipio: siempre la gente de allá nos odiaba y no quería que hubiera comunicación por carretera. Hasta que hubo uno que se llevó bien con autoridad de aquí, se hizo la brecha, pero no se hizo de Tlacuilo para acá, sino que fuimos a empezar con otros señores. No podemos hablar tanto contra el señor de allá arriba, porque sí apoyaba a la comunidad. Pedía ayuda con las autoridades para que nos echaran la mano, porque en la brecha se necesita también la mano de obra, ayudándole a la maquinaria que viene trabajando. Tardamos, le fuimos a echar la mano hasta por allá del otro lado del río, con algunos compañeros, pero tardó y a nosotros ya nos andaba para que llegara hasta este lado del río. Vino trabajando la máquina hasta llegar a Temaxcalapa y luego a Tanchitla, que se le nombra también Buenavista, y subió hasta llegar acá a Cuautepec. Luego, en su periodo del presidente, siguió trabajando, empezamos a echar la brecha para Tlacuilo.

La boda, Los Tenangos..., p 91

Las autoridades nunca dicen que hay dinero, si no, ya desde qué tiempo tuviéramos la autopista —por lo menos el camino estuviera mejor. Por eso ahora ya tenemos la terracería; ya es más fácil llegar acá. Antes estaba muy crítico.

Hoy seguimos trabajando. Ya tenemos la energía, aunque nos llega a fallar a veces. En la brecha se necesita también la mano de obra, vamos ayudándole a la maquinaria que viene trabajando. Tardamos, le fuimos a echar la mano hasta por allá del otro lado del río, con algunos compañeros. Vino trabajando la máquina hasta llegar a Temaxcalapa y luego a Tanchitla, que se le nombra también Buenavista, y subió hasta llegar acá a Cuautepec.

Tenemos agua. Tenemos un manantial aquí cerca, en el tanque. Va a abastecer el agua; sólo hay que ampliar el depósito de agua. Ahora las aguas que hemos tomado de por allá afuera, de Acatitla; por allá tenemos el manantial. Igual tenemos otra toma de Agua Linda, allá en el cerro. Si quisiéramos ampliar allí también el depósito, vamos a tener suficiente agua. Tenemos que ir al chorro en el zanjón o en el lago de las flores. Hoy, con lo que se nos viene presentando, con lo de las empresas extranjeras que quieren venir a destruir nuestras aguas nos quieren dejar sin agua: las autoridades no saben proteger el agua. Es lo que estamos haciendo ahorita.