Luis Hernández Navarro
San Quintín: la revuelta de los desechables
La sublevación de los jornaleros agrícolas del Valle de San Quintín muy bien podría ser un nuevo capítulo de México bárbaro. Las condiciones laborales que padecen y el paro y la toma de carreteras que han protagonizado, en nada envidian a las dramáticas narraciones del libro de John Kenneth Turner, en el que se documenta la salvaje explotación y esclavitud a la que se sometió a campesinos e indígenas y se cuentan las huelgas obreras en el México porfiriano.
San Quintín: Die Revolte der Wegwerfbaren
Der Aufstand der landwirtschaftlichen Tagelöhner im Tal von San Quintín könnte sehr gut ein neues Kapitel im Buch „Barbarisches Mexiko“ sein. Die von den Tagelöhnern erlittenen Arbeitsbedingungen und ihr Streik sowie die Straßenblockaden mit ihnen als Protagonisten stehen den dramatischen Erzählungen der Veröffentlichung von John Kenneth Turner in nichts nach. Dieser dokumentierte in seinem Buch die grausame Ausbeutung und Sklaverei, der die Kleinbauern und Indios im Mexiko von Porfirio Díaz unterworfen waren. Er berichtete über die Arbeiterstreiks.
Vicente Estrada y el sello de Ayotzinapa
Para Vicente Estrada Vega, Ayotzinapa es todo. Son las raíces. Es el sentimiento que tiene uno hacia los demás. Es un aroma. Es el olor de sus campos a cilantro, guayaba y mango. Es la majestuosa vista de los volcanes al subirse al cerro y la sensación del enorme chorro de agua sobre su cuerpo después de jugar basquetbol en las canchas de la escuela.
El mayor Félix Serdán
Con 72 años de edad, don Félix Serdán decidió que era indio. Buscó en sus raíces, como se lo sugirió Andrés Segura, capitán mayor del grupo Xinastli, y concluyó que si su abuela Tiburcia Quevedo, de la comunidad de Coatetelco, en Morelos, hablaba náhuatl y se curaba con medicina tradicional, él era indígena.
De la Cruz de Trouyet a los crematorios clandestinos
Una enorme cruz de 42 metros de alto, construida con acero y concreto sobre la parte más alta del cerro del Guitarrón, domina la bahía de Acapulco. Majestuosa, se le puede ver casi desde cualquier punto del puerto. Desde la noche del 24 de diciembre de 1970 se ilumina cada noche con reflectores de vapor de mercurio. La gente la conoce como la Cruz de Trouyet.
La hoguera de Ayotzinapa
Angel de la Cruz tiene 19 años de edad y cursa el cuarto semestre en la Normal Rural de Ayotzinapa. Es uno de los sobrevivientes del ataque del pasado 26 de septiembre en la calle Juan N. Álvarez de Iguala. Conservó la vida porque, cuando comenzaron a acribillar a los jóvenes, corrió a protegerse entre los camiones y llamó por teléfono a su padre.
Macbeth en Los Pinos
El fantasma de Lady Macbeth se le apersonó a Enrique Peña Nieto. Desde hace cuatro meses, el asesinato extrajudicial y la desaparición forzada de 43 normalistas rurales de Ayotzinapa lo persigue adonde quiera que va. Y también hasta donde no llega. En Davos, Suiza, en plena clausura de la fiesta anual de los amos del universo, a varios grados bajo cero de temperatura, una multitud que tomó las calles nevadas lo responsabilizó del atentado contra los jóvenes.
Memorial de agravios guerrerense
María Araceli Ramos carga en su corazón una doble tristeza. A su padre, Felipe Ramos Cabañas, el Ejército lo detuvo y desapareció durante la guerra sucia de la década de los 70. Y ahora, su hijo, Cutberto Ortiz Ramos, un joven alto, robusto, relajiento, deportista, músico, aspirante a ser maestro, está desaparecido junto a otros de sus 41 compañeros de Ayotzinapa.
Iguala, la ciudad del infierno
En los alrededores de Iguala, los sicarios que habían privado de su libertad y tenían en su poder al ingeniero Arturo Hernández Cardona y a otros tres compañeros suyos, le dieron una nueva tanda de tablazos, latigazos y golpes con el canto de los machetes. Era cerca de la medianoche del 31 de mayo de 2013 y amenazaba con llover.