La foto rota
Una foto. Dos hombres se saludan. Es el 2 de julio de 1996. Están en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Participan en el foro especial para la reforma del Estado.
Una foto. Dos hombres se saludan. Es el 2 de julio de 1996. Están en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Participan en el foro especial para la reforma del Estado.
El 8 de marzo pasado, 2 mil mujeres de Via Campesina entraron en un vivero de la empresa Aracruz Celulosa en Rio Grande do Sul, Brasil, destruyendo, según la empresa, un millón de plantones de eucalipto y su laboratorio. Según Via Campesina, esta acción, realizada en el Día Internacional de la Mujer, fue una protesta contra las graves consecuencias sociales y ambientales que causa la expansión del "desierto verde", como llaman a las extensas áreas de monocultivos de eucalipto que se extienden por varias partes del planeta, y que ahora también están invadiendo el sur de Brasil.
Curitiba, Brasil. El sur de Brasil, cuna de varios de los movimientos sociales más fuertes de este país y de América Latina, fue, durante marzo, escenario de la confrontación entre los movimientos campesinos con las trasnacionales, teniendo como telón de fondo a la Organización de las Naciones Unidas.
La otra campaña zapatista se desenvuelve por afuera de los canales de la política institucional, al margen y en contra de las reglas del juego que regulan la competencia de las elites por acceder al gobierno.
El mundo supo de ella por primera ocasión el 20 de febrero de 1994. Comenzaba el diálogo de San Cristóbal entre el gobierno federal y los zapatistas.
La otra campaña comenzó a toda máquina, entre saludos, adhesiones, confusión, temores y descalificaciones. No hay en ello novedad. Siempre ha sido así con las iniciativas políticas zapatistas.
Muchas de las cuentas que dan forma al collar de la resistencia contra el neoliberalismo en México están puestas sobre la mesa. Los materiales de los que están hechas, su color, su tamaño, son todos diferentes.
A la mesa de la política nacional se coló, sin invitación, un nuevo comensal: el zapatismo.
No viste de etiqueta ni guarda las formas. Usa un lenguaje altanero, lanza improperios y en lugar de limitarse a dar patadas por debajo de la mesa a sus contrincantes, como ordenan los manuales de urbanidad política, desafía de frente a los huéspedes permanentes. Y, en el colmo de la transgresión, su vocero se resiste a seguir la moda fitness y hace ostentación de una imprudente barriga.
Los vecinos de la colonia Del Valle en la ciudad de México llaman a las oficinas de la Secretaría de Agricultura (Sagarpa) La Borrachita, porque siempre está tomada.
Saben que el árbitro y los jueces de línea están en su contra. Que apenas ayer el Ejército los acusó de sembrar estupefacientes en Tapilula, Pueblo Nuevo y Rayón, a ellos que ni la venta de alcohol permiten en sus comunidades. Pero no importa: la pelota se ha puesto otra vez en movimiento.