Aunque los partidarios de los alimentos genéticamente modificados (GM) afirman que no hay evidencia de que éstos hayan causado efectos dañinos, varios estudios que lo prueban han sido publicados en revistas científicas (como explico en mi artículo de La Jornada del 7 de junio anterior). Uno de los análisis más rigurosos demuestra que un tipo de maíz transgénico que ha permeado en el suministro alimentario en México es significativamente tóxico; sin embargo, aunque hace 6 años se probó su toxicidad, ese grano se ha mantenido en el mercado global mediante engaños de respetados científicos e instituciones científicas –incluida la Academia Mexicana de Ciencias.
Ese producto venenoso, el maíz NK603, fue creado por Monsanto y diseñado para tolerar el herbicida de esa compañía basado en glifosato (Roundup). Aunque ya había logrado la aprobación regulatoria con base en un estudio toxicológico de alimentación de 90 días, cuando un grupo de científicos de la Universidad de Caen lo sometió a prueba durante dos años descubrió que causó daños importantes en hígado y riñones de ratas experimentales y publicaron sus hallazgos en 2012 en Food and Chemical Toxicology.
Esos resultados ponen en duda a la industria total de alimentos GM, porque no hay regulación alguna que requiera pruebas por plazos mayores a 90 días y varios cultivos de ese tipo entraron al mercado sin prueba toxicológica alguna. El estudio demostró que el maíz era dañino cuando se le asperjó con Roundup y también que era tóxico incluso sin ser asperjado.
Además, que el Roundup era perjudicial también cuando se administró por separado en niveles equivalentes a una porción de maíz asperjado. Teniendo en cuenta que 80 por ciento de cultivos genéticamente modificados se utiliza junto con Roundup, ese análisis asestó un doble golpe a la empresa de alimentos transgénicos, revelando que han sido muy deficientes las pruebas de todos los alimentos genéticamente modificados y que el herbicida con el cual se trata a la mayoría de ellos es tóxico a nivel de uso rutinario.
En consecuencia, muchos proponentes de la empresa estaban desesperados por desacreditarlo, pero como era un estudio sólido de toxicología sus resultados principales no pudieron ser criticados legítimamente. Por ello recurrieron al engaño. Se enfocaron en una sección auxiliar que reportó una tasa en aumento de desarrollo de tumores en las ratas alimentadas con NK603. Aunque esos datos no fueron parte del estudio principal, los críticos proyectaron la ilusión de que eran los hallazgos primarios y únicos –y que el estudio había sido diseñado como análisis de carcinogenicidad. Entonces argumentaron que no cumplió con las normas para un estudio de carcinogenicidad, desviando la atención en el hecho de que sí cumplió con los estándares de un estudio de toxicidad y que los resultados toxicológicos eran válidos.
Monsanto orquestó el ataque y los científicos que indujo a unirse bombardearon a la revista con exigencias de que el estudio fuera desmentido. Después de más de un año de presión y de la inclusión de un ex empleado de Monsanto en el comité editorial, la revista aceptó las demandas.
Sin embargo, aunque el redactor jefe reconoció la validez de los resultados toxicológicos, indicó como razón única para rechazar los hallazgos del estudio relativos a tumores que no eran concluyentes, lo que no es razón válida para retractarse.
Aunque el estudio fue publicado nuevamente en otra revista científica debido a su solidez, numerosos expertos han continuado tergiversándolo y engañado a la mayoría refiriéndose a éste como un estudio de carcinogenicidad no válido e instituciones científicas eminentes han participado en ese engaño, incluyendo la Academia Mexicana de Ciencias. Cuando su publicación de 2017 sobre transgénicos discute el estudio, menciona sólo los hallazgos relacionados con tumores y nunca ofrece alguna indicación de que se demostró que tanto el NK603 como el herbicida Roundup fueron tóxicos. Ocultar datos fundamentales de esta manera es fraudulento y debería ser profundamente inquietante para los consumidores –sobre todo porque un grupo de científicos mexicanos descubrió recientemente que el NK603 y el Roundup han contaminado una porción sustantiva de los alimentos en la zona de Ciudad de México. Por ejemplo, el grupo científico detectó NK603 en más de 68 por ciento de tortillas que examinaron y en más de 66 por ciento de la harina de maíz.
¿Por qué está más comprometida la Academia Mexicana de Ciencias en proteger la salud de la industria de alimentos GM que la del público consumidor, en tanto que deliberadamente lo ha engañado sobre el hecho de que el alimento transgénico que come habitualmente es tóxico? Las reformas a una necesaria reglamentación están claramente atrasadas.
* Steven M. Druker es director ejecutivo de la Alianza para la Biointegridad,ONG de Estados Unidos.
https://www.jornada.com.mx/2018/11/25/opinion/021a1eco#