La resistencia como esperanza: José Avilés, S.J., 40 años de acompañar las luchas del pueblo maya-tseltal
Mariana Domínguez Batis
Ibero
27 de septiembre de 2024
“Ayotzinapa. Acteal. Aguas Blancas… Nos unimos a las voces de miles de víctimas de la violencia en México y Chiapas, que muchas veces han sido minimizadas e ignoradas por quienes tienen en sus manos el poder de actuar”, afirmó el padre jesuita José Avilés, S.J., quien ha acompañado las luchas del pueblo maya-tseltal desde la misión de Bachajón, en Chiapas, desde hace 40 años.
“Por primera vez nos estamos uniendo y estamos saliendo”, dijo Avilés, quien aseguró que el pasado 13 de septiembre, más de 25 mil personas de las tres diócesis de Chiapas, participaron en Tuxtla Gutiérrez en una marcha por la paz, mientras que el gobierno informó que no fueron más de 3 mil.
El sacerdote –quien fue ordenado por el mismo Samuel Ruiz en 1993, tan sólo un año antes del levantamiento zapatista–, lamentó la violencia que se vive en el país y la impunidad absoluta; condenó la política de seguridad que “ha sido un fracaso para la población”, y cuestionó dónde están los casi 100 mil desaparecidos: “han disminuido los muertos, pero han aumentado las desapariciones”.
En el marco del segundo ciclo de conferencias RefleAxión que organiza nuestra IBERO con el objetivo de discernir e incidir para construir un país distinto, con paz y justicia, el padre José Avilés ofreció la ponencia “Acompañamiento a la lucha y defensa de los derechos de los pueblos originarios maya-tseltal”.
Durante la misma dio un panorama histórico del trabajo misionero en Chiapas, remontándose a Fray Bartolomé de las Casas, quien siempre defendió el contacto directo con las comunidades indígenas. Habló de la llegada de la Compañía de Jesús al estado en 1958 y de su labor en la cabecera de Bachajón desde entonces hasta hoy, la cual abarca 3 mil 500 kilómetros y 650 comunidades.
Recordó que Chiapas se anexó a México apenas hace 200 años, en 1824, y que la Revolución Mexicana nunca llegó al estado, sino que, por el contrario, se fortaleció el caciquismo. “La primera revolución fue la del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994”, con su lucha de reivindicación de los pueblos indígenas. Detalló cómo los jesuitas consonaron con el EZLN –aunque por una vía de paz, no por las armas–, y “seguimos consonando con sus causas de justicia”. También narró cómo acompañaron los diálogos de paz y participaron en los Diálogos de San Andrés.
El padre Avilés contó cómo en la década de 1960 en Bachajón no había una sola escuela (salvo una escuelita fundada por Lázaro Cárdenas), no había caminos, ni servicios y la gran mayoría de la población trabajaba como acasillada, con tiendas de raya, con prácticas de esclavitud en las que el patrón llegaba a mutilar a los peones por no trabajar como él quería.
El trabajo misionero se ha enfocado en “ir a las comunidades, mirar las necesidades, aprender su lengua y ofrecer respuestas desde sus posibilidades y tradiciones”, bajo un enfoque de inculturación del evangelio, sin imponer. Se ha acompañado durante décadas la lucha agraria y laboral de sus pueblos y se ha trabajado por la paz, educación, los derechos colectivos y ambientales de los pueblos originarios, para construir armonía y fortalecer el tejido social.
Tejer la esperanza contra toda esperanza
A la fecha, “Chiapas es un estado en convulsión permanente”, a decir del padre, en el que de seis niños que nacen, cuatro se van en su adolescencia y no regresan. En un contexto de violencia y crimen organizado, avalado implícitamente por el Estado, se padece la pugna entre el cártel de Sinaloa y el cártel Jalisco Nueva Generación. Y, ante la guerra de baja intensidad que persiste en el estado, una de las principales preguntas es “¿cómo reconstruir el tejido social”.
Con todo ello, Chiapas tiene la única diócesis en América Latina que ha logrado continuidad. El padre Avilés detalló parte de la labor jesuita en la región, que ha estado siempre apoyada por la Universidad Iberoamericana y el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), ambas adscritas al Sistema Universitario Jesuita.
Destacó el quehacer de iniciativas jesuitas como el Centro de Derechos Indígenas (CEDIAC), afiliado a la misión de Bachajón, que durante 30 años ha trabajado por la paz; el Movimiento en Defensa de la Vida y el Territorio (Modevite), fundado en 2013 y que ha sido una voz permanente en las luchas de los pueblos de Chiapas; la radio comunitaria del pueblo tseltal Ach' Lequilc'op, que ya cumplió 10 años, y cooperativas de familias tseltales como la de café orgánico Capeltic, en la que ha estado involucrada la IBERO.
La misión jesuita de Bachajón actualmente está planteando consejos de seguridad y jueces regionales de paz. En palabras del padre Avilés:
Ante la violencia generada por el crimen organizado y aceptada de hecho por el Estado, el mayor reto es alentar la capacidad creativa de tejer la esperanza contra toda esperanza, la resistencia–resiliencia y el diálogo desde la no violencia activa, impulsando y proponiendo valores, actitudes y estructuras organizativas en los propios territorios e identidades, construir caminos de paz integral con justicia y dignidad, para que los pobres y los excluidos, como la Madre Naturaleza, tengan vida y la tengan en abundancia.
Actualmente, la misión jesuita en Bachajón está celebrando el jubileo de los 100 años del nacimiento de Samuel Ruiz Tatic, el obispo defensor de los pueblos indígenas; los 30 años del levantamiento del EZLN y 10 años del Congreso de la Madre Tierra; mientras que el padre Avilés cumple 40 años acompañando las luchas de los maya-tseltales, entre la humildad, el servicio y el activismo.
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