2020
Colectivo de Semillas de América Latina/GRAIN
Volvamos la mirada a los años ochenta. Entonces se discutieron y aprobaron pactos de comercio y dentro de ellos los acuerdos de propiedad intelectual, y otro tipo de pactos para una supuesta protección de la biodiversidad silvestre y agrícola.
La Revolución Verde hacía estragos: su base era una agricultura de semillas “estandarizadas”, híbridas o “mejoradas”, monocultivos, plaguicidas, maquinaria agrícola y ganadería extensiva. Este enfoque agropecuario arrasaba con las áreas tropicales y bosques en su mayoría cuidados por pueblos originarios y comunidades campesinas. Era un hecho que desaparecerían muchísimas especies y había despojo de tierras.
Entonces, desde empresas y centros de investigación, con la ayuda de organizaciones no gubernamentales (ONG) internacionales, dijeron avanzar propuestas para detener los estragos (que eran ambiguas porque eran remiendos de sus propios estragos).
Pero tenían que guardar al menos parte de esa biodiversidad que ellos mismos estaban desapareciendo o acaparando, sobre todo en las áreas tropicales donde se halla el origen de la mayor parte de las plantas que sirven de alimento a todo el mundo, y sus parientes silvestres —base de su renovación. No se les puede arrasar sin enormes consecuencias. No debía morir la gallina de los huevos de oro.
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