2021
Colectivo de Semillas de América Latina/GRAIN
Aun en los momentos más oscuros de la historia de la humanidad se han mantenido ciertos límites o comprensiones comunes de lo que es aceptable o inaceptable: sea por un sentido común de lo necesario para la sobrevivencia o por una percepción común de lo absurdo. Entendemos que el aire y el sol es de todos, que nadie nos debería impedir dormir y que sólo en la muerte dejamos de respirar. Tales ejemplos pueden parecer extremos o absurdos, pero sirven para hacernos ver que hay límites a la apropiación privada o a la opresión que compartimos como humanidad. Si alguien buscara privatizar el sol, o exigirnos un pago por cada respiración, nuestra reacción sería de rechazo y censura absolutos.
La historia del capitalismo y de todas las sociedades de clases anteriores a éste ha sido la historia del avance de la propiedad privada sobre lo que antes era un bien común. Para muchas sociedades no capitalistas, privatizar el agua o la tierra era tan absurdo como privatizar el sol o el aire. Sin embargo, hoy el agua y la tierra están privatizadas por todo el mundo. Los bosques y los espacios silvestres eran espacios (entornos) o bienes comunes (y muchas veces sagrados), que fueron privatizados mediante diversos mecanismos a partir de casi 500 años atrás, como parte del dominio colonial en Asia,América y África y como parte del dominio de la aristocracia en Europa. El sentido de que la privatización de los bosques y ecosistemas es un absurdo inaceptable es tan profundo, que la desobediencia fue amplia y perseverante, y muchos pagaron con su vida por ello.
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