Pueblos indios: nunca más sin ellos

24 de septiembre de 1996

El zapatismo no ``inventó'' la lucha indígena pero le dio una dimensión nacional, estimuló su crecimiento, unificó a muchas de sus corrientes, arrancó al Estado el compromiso de hacer reformas constitucionales profundas y le facilitó la construcción de una plataforma organizativa relativamente estable.
De la misma manera en la que lo hizo con otras franjas sociales no indias, el EZLN puso a disposición del movimiento indígena su capital político y su crítica al Estado mexicano. Ello tuvo repercusiones internacionales. Durante la reunión de la Comisión de Aplicación de Normas de la Organización Internacional del Trabajo realizada en Ginebra, Suiza, el 16 de junio de 1995, se señaló que en México se cometen actos graves contra los trabajadores rurales e indígenas y que el gobierno mexicano debía de rectificar su política indigenista.
Con ello, el zapatismo se convirtió en un instrumento facilitador del desarrollo del movimiento indígena como sujeto político dentro de la sociedad nacional, y el movimiento indígena le dio al EZLN solidaridad, apoyo y ``nutrientes'' para su crecimiento y conversión en una fuerza política. Tal simbiosis no excluyó, empero, que el zapatismo haya construido puentes sólidos, ``orgánicos'', con otras franjas de la sociedad. Por el contrario, amplios sectores de la juventud, del movimiento campesino, de los pobres urbanos, del movimiento feminista o de organizaciones civiles ven en el zapatismo una referencia política, y un puente para intervenir en la política nacional de otra manera.
Sin embargo, la generalización de la lucha indígena en el país no ha tenido una respuesta adecuada por parte del Estado. La exigencia de crear nuevos municipios (entre los mixtecos guerrerenses) o nuevos distritos electorales (entre los huicholes) se ha quedado sin respuesta. Los programas de combate a la pobreza han sido sustituidos por la militarización disfrazada de ``asistencia social'' y de combate al narcotráfico. La ``descentralización'' de las instituciones y funciones gubernamentales a los estados y municipios ha provocado parálisis y fortalecimiento de los cacicazgos. Incluso instituciones especializadas para desarrollar la política gubernamental hacia el sector (como el INI) están siendo desmanteladas por la vía de la reducción de sus presupuestos y la contención de su campo de intervención, sin que sus antiguas funciones estén siendo desempeñadas por alguien.
En esta línea se inscribe también la práctica suspensión en que se encuentra la aplicación de los acuerdos sobre Derechos y Cultura Indígenas firmados por la delegación gubernamental en San Andrés. Dentro del gobierno se presiona para que la iniciativa de reformas que se deberá turnar al Congreso de la Unión quede reducida a una mera ley reglamentaria y no a cambios constitucionales, y a que se diluya el reconocimiento a los derechos colectivos de los pueblos indios. Por lo pronto, y a más de seis meses de firmados los acuerdos (quizás porque los responsables suponen que los pueblos indios pueden seguir esperando otros 500 años más), el Congreso de la Unión no cuenta todavía con esa iniciativa de reformas.
De cualquier manera la movilización indígena se extiende por todo el país. A partir del Foro Nacional Indígena realizado en enero de este año en San Cristóbal de las Casas las reuniones regionales y nacionales se han multiplicado. La vitalidad de iniciativas como la Asamblea Nacional Indígena por la Autonomía y el Foro Nacional Indígena Permanente --por mencionar sólo dos ejemplos-- ha permitido la construcción de referencias nacionales para luchas que en el pasado tuvieron referentes básicamente regionales.
Es en este contexto en el que entre el 8 y el 12 de octubre de este año se realizará en la ciudad de México el Primer Congreso Nacional Indígena. Convencidos de que los pueblos indios no son parte del problema sino de la solución a éstos, y de la necesidad de poner fin a la política de exclusión en su contra, el Primer Congreso forma parte de una amplia jornada de lucha orientada en torno al lema común de ``Nunca más un México sin nosotros''.
Los tiempos para los cambios pacíficos se agotan dramáticamente. Los pueblos indios no aceptan que se les siga tratando con indiferencia, olvido, trampa y violencia. Si no se les toma en cuenta, ya, en serio, para todo, preparémonos para afrontar las consecuencias.