La Jornada del Campo 64
Maíz, tierra y cultura se entretejen en la vida cotidiana de las familias de Oxeloco, Atlalco, Chiatitla, Atlajco, Xochitl, Mangocuatitla, Paraje, Tepehixpa y Tenamastepec, en la Huasteca Hidalguense. En esta región la defensa del maíz se ha vinculado fuertemente con la necesidad de espacio para la milpa. Ya en los 70’s, ante la escasez de alimentos por la falta de tierra para sembrar, las comunidades se organizaron para recuperar las tierras que ancestralmente les pertenecían. “Después de que obtuvimos las tierras sembramos más milpa, así la gente dejó de tener hambre”.
Las lluvias abundantes y el clima cálido de esta zona de la Huasteca permiten dos ciclos de cultivo por año; se siembra en cerros, vegas de río y planicies. Las parcelas para la milpa se van rotando para permitir que los terrenos recuperen su fertilidad; algunas también dejan de sembrarse por varios años para consentir el restablecimiento de la vegetación. De estas milpas se cosecha maíz blanco, amarillo, morado y rojo, además se obtienen varios tipos de frijol, cilantros, tomatillos, cebollines, ajonjolí, calabaza, chile, camote, yuca y caña de azúcar; se recolectan especias aromáticas, quelites y plantas medicinales.
Para hacer milpa, las semillas son indispensables. Cuando algún comunero no cuenta con semilla, siempre hay alguien –algún familiar o alguna persona cercana de la comunidad– que se las aportará; empero, las familias valoran sus propias semillas, y para evitar perderlas existe la práctica de colgar el olote de la mazorcas con algunos granos; este maíz es resguardado hasta que se seleccionan las semillas para la siguiente siembra.
Cuando en la milpa hay elotes, hay alegría y fiesta en la comunidad; las mujeres preparan tamales dulces y elotes hervidos que la familia disfruta; posteriormente la milpa se sigue cuidando hasta que las mazorcas son cosechadas y guardadas en las casas, en este momento queda asegurado por al menos seis meses el maíz para tortillas, bocoles, gorditas con hierbabuena, enchiladas y tamales de frijol. Antes de que se ponga el sol, los ladeados caminos de las comunidades se pintan con los vestidos amarillos, verdes, azules y rojos de las mujeres que caminan con el nixtamal y regresan de los molinos con la masa para tortear. En cualquier comida del día, las tortillas se colocan sobre una jícara rebosante, son gruesas, tanto que una equivale a cuatro de una tortillería. Sólo en la eventual pérdida de la cosecha de maíz, las familias se ven forzadas a comprarlo. Un compañero de Tenamastepec durante una comida, dice: “aquí la tortilla se come hasta llenarse”.
Mantener este tejido vinculado al maíz es el esfuerzo que ha venido realizado un grupo de comuneros de esta región. Apoyados en el sistema de cargos, han logado una mayor participación en los rituales tradicionales de maíz, donde la música, el baile típico, el copal y las flores acompañan las semillas de maíz en su fiesta y bendición para la siguiente siembra. “El maíz es igual que nosotros, porque cuando cae también le duele”.
Este grupo, en coordinación con las autoridades comunitarias, ha logrado acuerdos de asamblea para evitar que se pierdan las especies que acompañan al maíz en la milpa, deteniendo el uso de herbicidas que impiden su crecimiento, deterioran el suelo y contaminan el agua.
En cuanto al tema del maíz transgénico, las autoridades comunitarias han reaccionado con preocupación. Uno de ellos así lo expresó: “el maíz es lo nuestro, por eso vivimos aquí en la tierra, por eso vivimos en las comunidades y por eso vivimos con todos los animales. Nosotros nos preocupamos mucho por nuestro maíz, nosotros siempre vivimos de nuestro maíz, y si se contamina por el transgénico, qué les vamos a dejar a nuestros hijos, a nuestros nietos”. Esta preocupación fue retomada en las asambleas, donde se han llegado a nuevos acuerdos que prohíben la entrada o siembra de maíz transgénico y se han instaurado medidas que evitan una posible contaminación.
Estas comunidades han defendido al maíz, luchando por el espacio para sembrarlo, cuidando la tierra y la vida que en ella existe, sembrando las semillas de la milpa, favoreciendo la elaboración de alimentos del maíz sembrado, retomando los ritos y fiestas en torno al maíz, así como involucrando a la asamblea comunitaria para que logren acuerdos en favor la preservación del maíz.
*Los textos entrecomillados son la voz de compañeros y compañeras de la Huasteca.